
Iba felina agazapada,
mirando su presa desnuda en la cama,
con sus grandes ojos verdes,
y sus garras atrapaba esa alma.
Con arañazos gozaba,
y después descansaba aletargada,
dejando rastros de miel que de su boca brotaban
en los brazos de quien amaba.
Aroma a celo, rastro de su paso,
en las sábanas dejaba,
donde no la amarraba un lazo,
pero volvía y nuevamente atacaba...
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